Inicio » Los Viajes de Manuelliver » Maracaibo 15 (veces)

Maracaibo 15 (veces)

Entre el 2015 y el 2017, rara vez saqué la naricita de tierras zulianas; y es que allá vivía los más divertidos momentos del mundo. La primera vez que fui (nuevamente, por mi cuenta, sin uniformes ni padres) fue en mi cumpleaños 18; y permítanme decirles que esa fue una experiencia que me dejó con ganas de más.

Y… bueno, estaba más nena y a todos nos gustan los conciertos junto al lago (mentira, no es tan genial, hace un calor de mala muerte). A partir de ahí, mis visitas a Maracaibo se hicieron muy muy frecuentes; y no les pienso mentir, sí existían motivos sentimentales de por medio, pero no eran los únicos motivos.

Me resultan adictivos los lugares en los que me siento bien recibida y querida, y Maracaibo nunca será la excepción. Tengo amigos regados por toda la ciudad, y son gente muy bonita, gente que hace reír y a la que le gusta comer; creo que son perfectos para mí.

Verán, siempre he dividido en dos grupos a la maravillosa gente que presumo tener. Porque sí, porque soy de las personas que cree que no todas las situaciones son para todos los grupos, y que decidir no estar con ciertas personas cada ocasión no te hace mal amigo. Creo que los grupos de amigos existen y estoy a favor de ellos.

En fin, uno de los dos grupos del que hablo partió de las personas con las que trabajé en la hermosa revista digital Ojo Scout, al juntarme con ellos conocí a más personas de ese entorno y de preferencias en común. Muy high society, pero nunca suficiente.

El otro grupo surge gracias a mis bebés, a los primeros, a los de siempre, a los de San Jorge. Tuve la dicha de conocer a los seis rovers que reinaban ese clan a mis cortos 16 años, y juntos hemos pasado experiencias hermosas junto a la naturaleza. Sí, ellos son más sencillos; pero scout es scout, hablar así es generalizar, y ya saben lo que pienso de las generalizaciones.

Con todo y eso, uno de mis momentos favoritos como visitante en Maracaibo fue el día en el que logré colisionar estos dos grupos. Estábamos todos en una casa en Pomona, comiendo arepas con chorizo y escuchando música; al principio fue un poco agridulce, pero la noche pasó entre risas. Como ya les dije, la hermandad scout puede más que cualquier estereotipo.

Una buena parte de las experiencias y vivencias de mi adolescencia las viví allá, y me contenta saber que fueron en buena compañía. Es bastante reconfortante haber estado cerca de mis bebés de San Jorge durante tanto tiempo, entre muchas otras personas que no huelen tan mal.

Puede que ya no vaya como antes, puede que ya no viva allá, pero no creo que haya forma de quitarme lo bailado; y tal vez esté de más decir que mis maracuchitos no van a salir nunca de mi corazón ni de mi mente, después de todo, marcaron una época importante de mi vida.

Esta canción es importante para mí, si bien es cierto que no es mi gaita favorita, me trae recuerdos muy lindos de la mano de cada una de las personas que allá dejé.